Por: Osviel Castro Medel
Han pasado 14 años justos, pero aún no he podido olvidar aquel madrugón con marejadas, del que lamentablemente nadie escribió una crónica.
Cientos de jóvenes, llegados a la plaza después de recorrer varios kilómetros, se reían de la vida fabricando, entre canciones, una fogata gigantesca.
A pesar del frío que movía mandíbulas en la explanada inmensa, el baile, la alegría, las seducciones cómplices… se enseñoreaban. Los pocos que decidieron dormir esa noche en Los Cayuelos lo hicieron amontonados en pequeños grupos, en los cuales no faltaron las maldades bien cubanas.
Así fue aquel amanecer del 2 de diciembre, entre colores y bullicios. Así es, desde hace años, en ese lugar por donde llegó el yate Granma, la espera de una fecha que marcó a Cuba para siempre.
En la mañana sobrevendría el acto patriótico, con el desembarco de 82 jóvenes vestidos de verde olivo. Habían recorrido unos 1 530 metros desde la orilla del mar y andaban con los ojos vidriados y la respiración a galope.
Es que no es fácil, me dijo temblando uno de ellos, y agregó: "Si nosotros nos sofocamos así con esta caminadita, cómo la habrán pasado aquellos hombres después de navegar siete días y de pasarse dos horas cruzando mangles con una carga pesada en los hombros.
Sus palabras aún hoy mueven a la reflexión: para aquellos que no han tenido el privilegio de asomarse a ese pasillo de cemento, concluido en la década del 80 de la centuria pasada, es difícil poder dibujarse en la mente la real odisea de los 82 expedicionarios originales del Granma.
No en vano el Comandante en Jefe le dijo a Antonio Núñez Jiménez (En marcha con Fidel, 1960) que aquel desembarco por un pantano infame, resultó una de las cosas más duras de su vida. Y no por gusto Raúl dijo en 1981: Pocas veces ha existido una expedición de ese tipo con tantos reveses juntos, porque la travesía fue tan difícil. Por eso siempre es vivificante ver llegar la alborada del 2 de diciembre.
Sin manglares
El desembarco simbólico de los jóvenes también ha sufrido variaciones. Durante un tiempo se realizó a una hora indeterminada de la mañana; pero desde la década de los 90 del siglo pasado comienza siempre a las 6:12 de la mañana, la hora en la que el primer hombre del Granma tocó el manglar que tanto daño ocasionaría a los pies de los expedicionarios.
Unas veces los protagonistas han sido muchachos de la provincia y en otras se seleccionaron jóvenes destacados de todo el país.
Y en una época el desembarco se concretó después de realizar una travesía desde Tuxpan, México. A esas experiencias se les denominó Tuxco. En los últimos años, los escogidos siempre realizan un recorrido por sitios históricos del territorio, entre los que se incluyen La Demajagua, la Casa Natal de Celia o el Monumento a Juan Manuel Márquez.
Vale la pena vivir esto, me dijo con sonrisa enorme una expedicionaria de estos tiempos después de meterse al agua una de aquellas madrugadas gélidas.
Ella, como otros, ha sentido que madrugar en la Portada de la Libertad es un chispazo incomparable para el alma y el pensamiento.
CUBA ES UN PUEBLO GRANDE Y DIGNO.
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